Normalmente las verdades más significativas, precisamente las más sencillas, y que son la respuesta a las preguntas eternas del hombre sobre su propia naturaleza y sobre su fin último, han sido relatadas bajo la forma de leyendas o parábolas, para que después fueran aceptadas.
Y tales narraciones son capaces de revelar, lo que nos parecen los más profundos misterios del conocimiento.
Transcribo una parábola extraída del Evangelio de Ramakhrisma:
“Cuatro ciegos palparon el cuerpo de un elefante. Uno tocó la pierna y exclamó:
.- El elefante es como un pilar.
El segundo toco su trompa y dijo:
.- El elefante es como una serpiente.
El tercero palpó la barriga del paquidermo:
.- El elefante es como un tonel.
Y el cuarto le tocó las orejas y aseguró:
.- El elefante es como un aventador.
Comenzaron a disputar los cuatro entre ellos sobre la figura del animal, sobre su aspecto. Y casi llegaron a las manos.
Un transeúnte, viéndoles reñir, les preguntó que ocurría, y ellos le refirieron lo que defendían y le pidieron que fallara en su disputa. El transeúnte pensó un instante:
.- Ninguno de vosotros ha visto el elefante. El elefante no es como un pilar: sus piernas son como pilares. Ni es como un tonel: su barriga es como un tonel. No es tampoco como un aventador, son sus orejas las que parecen aventadores. Y tampoco es como una serpiente, porque únicamente su trompa tiene semejanza con una serpiente. El elefante es como una combinación de todo eso, pero es también mucho mas que eso.”
De la misma manera, disputa el que solo ha visto un aspecto de la verdad, porque que aquel que ha visto toda la verdad en todos los aspectos, cede ante todas las disputas.