
Hace unas semanas la ira surgió de nuevo, el ego me emborrachó de nuevo, no pude contener su llegada. Llegaron como la tormenta que no esperas y todo arrasa. Mi interior más oscuro se sintió en esos momentos inmensamente lleno de fuerza y vigor, repleto de una maestría extraña para descomponer en unos segundos lo que se ha caminado largamente. Los ojos se taparon con un velo y no veía más allá de la creación momentánea de lo que era en ese instante, la oscuridad absoluta de nuevo.
De nuevo dolor y confusión. Extraña transformación, hechizado por mi lado oscuro que brotaba como un manantial lleno de fango, lodo; revolcándome como los cerdos en su pocilga, revolcándome en mi oscuro momento. Mientras que la oscuridad me invadía una sensación intensa empezaba a envolver todo mi cuerpo, en ese momento caí al suelo rendido, desfallecido, sin fuerzas, empecé a sentir verguenza por lo que me pasaba, pero también calma.
La paz había vuelto, la serenidad estaba en mi interior en el lugar que siempre estuvo, y aunque me cueste entenderlo, de nuevo mi lado oscuro me servía como instrumento para mi camino. Así empecé a fortalecerme hasta otra visita del ego, la ira y yo mismo.
Desde el convencimiento que estos instantes nos permiten experimentar que tan necesario es el lado oscuro como el luminoso para aprender que controlando tu ego y tu ira damos un paso más para ser paz y humildad. Tan solo tropezando, enseñándonos de los tropiezos, aprendemos que son lecciones, y nos convertimos en nuestros propios maestros.
Ya me perdoné por ese instante,…ellos también lo hicieron. Todos aprendimos.
Después de la tormenta la paz.
Autor: Silverio
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