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UN REGALO PARA EL ALMA

Publicado: 24 octubre, 2011 en Pensamientos

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Hace un tiempo, pero tan cercano que es como si  estuviera ocurriendo ahora, viví una experiencia maravillosa, UN REGALO PARA EL ALMA, por lo menos así lo he percibí y así sigo sintiéndome ahora que escribo, en estos momentos, muy dichoso por lo que recibí.

Hace unos años los domingos por la mañana, junto con mis hijos, íbamos a un Centro donde estaban recogidos niños sin padres o abandonados, a espera de adopción. Era de 11:00 h. de la mañana a 13:00 h., y estábamos con ellos, acompañábamos a las religiosas que estaban a cargo de ellos mientras que llegaba la hora de la adopción. Nuestra misión era estar con ellos y les ayudábamos a ellas cuando salían del Centro al parque u otras partes de la ciudad, pues necesitaban muchos ojos y manos para vigilarlos y poder jugar con ellos.

En el Centro de acogida donde estaban, lo que es a nivel material no les faltaba de nada, y en el espiritual, cariño y amor tampoco, pero como bien decía Asunción, la directora religiosa del Centro, les faltaba a unos Padres, que les eran necesarios, como  nos  han sido  necesarios a todos nosotros los nuestros.

Una de las niñas se llamaba, y se llama Elena, tenía parálisis cerebral, que le impedía hablar bien y también andar correctamente pero cogida de la mano de alguien, se defiendía correctamente.

Hubo un domingo  en el que casi todo el tiempo estuve con Elena, y jugué, andé con ella, pues yo le decía que me tenía que enseñar a andar pues yo no sabía andar bien. Ella se reía, y me decía:

.-¡Eh! Yo soy la que no ando bien.

Y  yo le he contesté

.-¡Pues mira Elena! Ya somos dos que andamos mal.

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Antes de irnos para volver al Centro, me regaló unas margaritas que había recogido poco a poco y me dio un beso. Un beso sincero, el de un ángel, esa fue mi sensación al recibirlo. Nos cogimos de la mano para volver al Centro y entonces me dijo,  ella me llama Vilve:

.- Vilve estoy bien.

.- ¡Ah!, sí, yo también Elena.

Entonces se sacó de entre el cuello y la camiseta una cruz que tenia colgada por una cadenita, y le dio un beso a la cruz, y sonrió.

No sabía que decir porque me emocione, y le dije:

.-Sabes, Elena, él es mi amigo también, y también le doy besos como tú.

Y le  pregunté:

.- ¿Tu sabias que también era mi amigo?

Y me contestó Elena:

.-Yo ya lo sabía que es tu amigo.

Cogió de nuevo la cruz y la volvió a besar y volvió a sonreír.

Llegamos al Centro y nos despedimos de ella, los demás niños y las religiosas.

Dos meses después de ese encuentro enfermé de una infección en sangre producida por una bacteria, estuve en coma, me tuvieron que operar de una de las rodillas, pasé casi diecisiete meses de rehabilitación, para poder volver a andar, hoy en día tengo una leve cojera. Casualidad o no casualidad, la cuestión es que Elena me dio la señal  que debía seguir, para aprender a volver a andar, para volver a la vida. Aquel día me enseñó que a pesar de todo siempre debes de tomar la vida con dignidad, humildad y coraje.

Galaxia

Aún hoy en día cada vez que  recuerdo a Elena me sirve de experiencia para mi camino con mis hijos, de lección también para seguir mejorando, de campo de ampliación en las relaciones fraternas, en resumen, una experiencia única.

La fe, la creencia en algo superior, está en todos nosotros, pero en ellos se percibe de una manera mucho más directa, es como si tuvieran comunicación directísima, sus ojos brillan con una luz intensa, como le brillaban aquella mañana a Elena, una niña con parálisis cerebral, tartamuda, andando mal, necesitaba apoyo de alguien para caminar, arrastrando una de las piernas, y aún así dándole un beso al crucifijo de agradecimiento y amor por lo feliz que era.

Después de todo, y con sus limitaciones, Elena, normalmente, siempre expresaba una frase que era una declaración de principios: «ESTOY BIEN».

Cualquier problema o dificultad se hace pequeña, si nos disponemos de la misma manera que se ha dispuso esta niña.

Demos las gracias por lo que somos, como somos, y lo que recibimos, todo cuanto se nos da.

Vivamos el cielo aquí y ahora, como  Elena, sin limitaciones, pues las limitaciones físicas, no nos impide ser ilimitados…LIBRES.

Autor:Silver

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